El Ensamble Folclórico Afrocuba se ha convertido en un símbolo de la herencia musical de su nación a lo largo de sus casi 70 años de vida artística desde su fundación en 1957. Muchos de sus miembros pertenecen a la familia Villamil, estirpe de comprobada ascendencia Congo y Yoruba. Por su vertiente Yoruba, la familia desciende de dos músicos Oyo secuestrados en africa hace más de doscientos años, probablemente durante la década de mil ochocientos ochenta y traídos a matanzas, epicentro histórico de la actividad esclavista en caribe. Uno de los músicos era un Babalawo Omo Oggun, un sacerdote iniciado en el culto de la Orisha o deidad africana de la guerra, el trabajo del metal y el ron. La importancia de la bahía como foco de la riqueza cultural para la diáspora africana le ha merecido el nombre de “El África Chiquíta” y su panteón panafricano se jacta de reunir todas las deidades que existen en el continente madre. No es ninguna coincidencia que la célebre “Atenas de Cuba”, sea reconocida cuna de las tradiciones afrocubanas más notables como la Rumba, y de artistas como José White, José Dámaso Pérez Prado y Arsenio Rodríguez (venerada institución de la Salsa moderna)

Es en este contexto en el que debemos ubicar al fundador del conjunto Afrocuba, Francisco Zamora Chirino alias “minini”, hijo de Matanzas que reconoció la necesidad de realizar un compendio de todas las diversas formas folclóricas de la provincia. Gracias a su labor de conservación, el ensamble se convirtió en el primer grupo en reunir en su repertorio todas los estilos de la provincia de Matanzas, entre los que destacan los géneros arará, iyesá, bantú, abakuá, rumba, lucumí, y güiro.